lunes, 1 de junio de 2009

Flores para Alicia.



Ismael abrió la puerta antes de los que los nudillos de Edu volvieran a golpearla.
-Pasa y no hagas ruido.
Edu, muerto de miedo y de curiosidad, entró con sigilo siguiendo a Ismael por la estancia a oscuras donde a duras penas se distinguían las cajas almacenadas.
-No tropieces con nada, harías ruido y no quiero que mi padre se entere. No tenía que haberte hecho caso.
-¿Está aquí?, preguntó Edu inquieto.
-No, tenemos que bajar al sótano.
El olor de la estancia era una mezcla de flores semimustias y de desinfectante. Todo estaba limpio pero el ambiente era sobrecogedor. Ismael no quiso encender ninguna luz y Edu lo seguía con dificultad. Cuando llegaron a la puerta del sótano una línea luminosa se filtraba a través del quicio enmarcándola.
-Hay alguien allí abajo, dijo Edu.
-Pues claro, la están preparando, pero no te preocupes el bizco sabe que vienes.
Antonio el bizco, debía el mote a su mirada camaleónica pues podía orientar sus ojos como quisiera causando gran desazón en su interlocutor que nunca sabía hacia donde dirigía su vista. Su cuerpo contrahecho y su oficio siempre habían generado muchos comentarios en el pueblo y no todos buenos aunque era una persona discreta que no se metía con nadie.
-¿No nos delatará?
-No tengas miedo, me debe más de un favor.
Ismael giró con cuidado la llave en la cerradura y la puerta se abrió sin dificultad.Edu lo siguió bajando por una estrecha escalera hacia el sótano. Ismael no quiso utilizar el montacargas. A aquellas horas hubiera hecho un ruido delator.
Al llegar al recinto la gibosa espalda del bizco Antonio ocultaba parcialmente una sábana bajo la que se reconocía el volumen de un cuerpo tendido encima de la mesa de mármol.
Se colocaron a ambos lados del bizco y Edu abrió los ojos con asombro mientras con su mano menuda abortaba la exclamación que salía por su boca.
Antonio, meticuloso en su trabajo, ultimaba los retoques sobre la señorita Clara. El maquillaje y un poco de carmín atenuaban la palidez del rostro de la muerta. Los párpados entreabiertos de la señorita Clara dejaban ver unas pupilas sin brillo, tan distintas de los ojos de mirada aterciopelada y triste con los que a veces parecía mirarnos aunque sospechábamos que escapaba de la realidad a través de los ventanales del aula en las tardes de tedio y silencio.
Edu aprendería que los ojos de un muerto no responden a la interrogación de otra mirada, que permanecen mudos y opacos, tan callados y vidriosos como los de Armando el ciego que parecía ver sin ojos desconcertando a pequeños y a grandes con su memoria y su oído prodigiosos. En ocasiones todos dudaban de su ceguera pero con el tiempo un tranvía les sacó de dudas.
-Me gustaría abrazarla, es tan guapa, dijo Edu.
-No seas bruto, eso no se hace con un muerto, contestó Ismael.
Antonio se separó del cuerpo para comprobar la bondad de su trabajo y apartó a Ismael hacia una esquina de la estancia.
-Deja que la abrace, será algo que no olvidará en su vida, le susurró Antonio.
Ismael se estremeció al oír el tono de su voz, sabía de lo que le hablaba Antonio y no pudo reprimir un escalofrío.
El negocio familiar, Funeraria El Buen Suceso, había sido un problema en su relación con los compañeros de la escuela. Pocos eran los que se acercaban a él salvo para hacer bromas a costa suya y viendo a Edu allí pensó en vengarse de las afrentas de otros en su persona.
Ismael regresó al lado de Edu que seguía mirando a la muerta con ojos desorbitados.
-De acuerdo, pero tendrás que colocarte en la mesa al lado de ella. Antonio la sentará y la abrazas, dijo Ismael mientras miraba a Antonio que intentaba ocultar su impaciencia tras su mirada divergente.
Los brazos de Antonio alzaron a Edu hasta sentarlo a la izquierda del cadáver de Clara.
-Cuando la levante abrazala con fuerza para que no se caiga hacia atrás, dijo el bizco.
La emoción del instante impidió que Edu viera como Ismael se desplazaba hasta el umbral de la puerta donde se encontraba el interruptor de la luz.
-¿Estás preparado?
-Sí, dijo Edu.
Antonio se colocó detrás de la muerta y tomándola por debajo de las axilas la incorporó hasta que estuvo sentada. El cadáver había empezado a ponerse rígido y la cabeza se mantenía sola.
-Abrazala ahora.
Edu extendió sus brazos alrededor del cuerpo y la abrazó apoyando su mejilla en el pecho de Clara. Su frialdad le asustó, pero fue el silencio de su corazón lo que sobrecogió su ánimo.
A una señal del bizco Ismael apagó la luz.
Los brazos de Clara movidos por el bizco rodearon el cuerpo de Edu al tiempo que un sonido burbujeante subía desde el interior del cadáver que exhaló un pútrido y sonoro eructo impregnando con su hedor la cabeza del pequeño.
Edu, abrumado por la oscuridad y el terror del frío e inesperado abrazo, perdió el conocimiento tras gritar desaforadamente soltando al cadáver que cayó hacia atrás golpeando el mármol con un ruido sordo.
Ismael encendió la luz viendo la dantesca escena al tiempo que le gritaba al bizco.
-¡Animal!, ¿qué has hecho?, seguro que se ha muerto del susto. Eres un salvaje, lo has matado.
Los ojos del bizco giraban sin concierto dando al momento una comicidad macabra.
Ambos contemplaban a Edu apoyado encima del cadáver de Clara. El bizco reaccionó y tomando al pequeño en sus brazos salió de la habitación subiendo a trompicones por la escalera seguido por Ismael. Al llegar al vestíbulo de la funeraria depositó a Edu en un diván.
Pasaron unos minutos en silencio observando la respiración del Edu que despertó al cabo de un rato.
-¿Qué me ha pasado?
-Has perdido el conocimiento. Ya te dije que no era una buena idea venir, contestó Ismael.
-Qué mal huele, dijo Edu.
El hedor había impregnado sus ropas y su cabello.
-Son las flores que se pasan muy rápido, dijo el bizco.
Intentaban distraer la atención de Edu que parecía no recordar el suceso, tal había sido la impresión.
-No, no son la flores, huele a muerto. Tengo miedo, he soñado que la señorita Clara abría los ojos y me preguntaba.
-¿Te has asustado?, preguntó Clara.
-Me ha dado miedo que no latiera su corazón. El mio retumba en las orejas.
-Se dice oídos, no orejas. ¿Porqué me has abrazado?, interrogó Clara.
-Y tu ¿qué le has dicho?, preguntó Ismael.
-Le he preguntado cómo es estar muerto.
-¿Te ha contestado?
-No, se calló.
-Prometeme que no le dirás esto a nadie, dijo Ismael.
Edu encogiéndose de hombros miró alrededor y vio unas flores.
-Dame ese ramo y no le diré nada a nadie.
-¿Me lo juras?
-No, que es pecado. Pero no se lo diré a nadie.
-Toma, dijo Ismael alcanzándole unas flores adornadas con un cinta que tomó de un jarrón.
A Edu le gustaba Alicia y la macabra impresión empezaba a quedar olvidada por la idea de conquistar a la niña con aquellas flores.
Alicia siempre había sido esquiva con él pero Edu le había oído decir que le gustaban mucho las flores cuando iban a catequesis en la parroquia, adornada siempre por devotas con tiempo y sin prisa.
El pequeño salió por una puerta trasera dirigiéndose hacia la casa de la pequeña. Tras escribir unas letras en la cinta, colocó las flores que le había dado Ismael en el portal de Alicia y salió corriendo.
A la mañana siguiente la madre de Alicia abrió la puerta y se encontró con un ramo de crisantemos amarillos y algo mustios. En la cinta blanca que las adornaba se leían dos frases dispares.
"Tus seres queridos no te olvidan, me gustas mucho Alicia, firmado Edu".
N0 supo el porqué, pero Alicia no le volvió a hablar nunca más.

7 comentarios:

Unknown dijo...

Uf!. Que historia mas macabra.
Casi lo he pasado tan mal como Edu.
Esta asignatura, he de reconocer que no la he estudiado.
Aún así, una buena historia.

Nandín dijo...

yo me he reído un buen rato con lo de las flores...Y menos mal que le dio por regalar un ramín...Imagina que le da por una corona...jajajaja
Seguro que habría problemas entre las familias.

jmdedosrius dijo...

Don Luis, aunque está basada en un hecho real fue protagonizado por otras personas.
El hecho real fue tan espeluznante como lo cuento.
Unido a los momentos vespertinos con la señorita Clara conjuga la vida y la muerte, inseparables aunque no pensemos en ello.

Don Fernando, quise romper el macabro acontecimiento con las flores nombrando a Alicia, mi primer amor infantil y mi primer desengaño también. Fue una invención necesaria para quitar hierro al relato.
Como usted pensé en la corona, pero Edu era muy pequeño.
Salud a ambos.

Cbenavent dijo...

La curiosidad... que maravilloso don que se pierde con los años, y de cuantas anécdotas llena nuestros recuerdos.
Magistral, cuando sea mayor quiero escribir como Ud.

jmdedosrius dijo...

Y yo espero leerla.
Me alegra verla de nuevo.
Salud.

Robin dijo...

Magistral Doctor!!

Interesante, cautivante, confieso que me ha llegado ese halo de muerte, y confieso tambien que me ha llegado ese recuerdo de vida, ambos conjugados bajo un mismo nombre.

Inicia uno la lectura sin saber a donde le conducirá, ese desconocimiento cautiva, y es cuando empiezo a leer a velocidad luz cuando me doy cuenta que el texto y su magistral conductor... me atrapan.

Un placer leerle de nuevo Maestro!

jmdedosrius dijo...

Tan sólo pongo la memoria, ustedes el acicate para seguir recordando.
Con comentaristas tan generosos e indulgentes ¿qué puedo decir?, no tengo palabras.
Gracias Robin por su comentario. Viniendo de un maestro que cuenta tan bien sus sentimientos hacia el bosque y hacia sus amigos, no puedo sentirme más halagado.
Hablando de otra cosa y por si su memoria falla le recordaré que tenemos unas flechas pendientes por ahí.
Salud.