Se iban a enterar, pensaba Adela, y eligió aquella madrugada para gritar a todo pulmón.
-¡Estoy embarazadaaaa y quiero abortaaaar!, repitió varias veces con el volumen suficiente para despertar a todos los vecinos además de a sus padres y a su hermano.
Cuando la trajeron al hospital sus gritos se oían desde la planta baja hasta el 4º piso donde el licenciado Ligero se preguntaba cual sería el origen de aquel estruendo que rompía el silencio total de la sala de urgencias. Eran las tres de la madrugada y a esa hora las auxiliares pasaban el tiempo contando historias del hospital y doblando gasas de forma rutinaria. El licenciado Ligero había comentado por la tarde que el día no había sido tan malo como esperaba, pero esos comentarios no deben hacerse en un servicio de urgencias si uno quiere acabar tranquilo su guardia.
-¡Quiero abortar, estoy embarazada y quiero abortar!, seguía gritando Adela.
Adela no tenía más de trece años y vivía con sus padres a los que esclavizaba con sus caprichos y salidas de tono. El matrimonio de mediana edad estaba desbordado por aquella adolescente que ahora gritaba que estaba embarazada sin que ellos supieran si tenía novio o salía con algún chico de su edad.
Entraron en tropel a la sala de urgencias donde el licenciado Ligero les atendió a duras penas, pues todos gritaban al unísono, los padres lamentándose de la situación y la niña pidiendo abortar apagando con sus aullidos los gritos de los demás hasta que el licenciado Ligero decidió que los padres salieran de la sala para poder hablar tranquilamente con la niña.
-Vamos a ver, tranquilízate, ¿cómo te llamas?- interrogó Ligero.
-Me llamo Adela y quiero abortar.
-Pero Adela, ¿tú sabes lo que significa abortar?
-No, pero quiero abortar.
-¿Desde cuando estás embarazada, criatura?
- No lo sé.
-¿Desde cuando no tienes la regla?
-Yo no tengo la regla, todavía no me ha venido.
La cara del licenciado Ligero se relajó un poco.
-Si no tienes la regla ¿cómo sabes que estás embarazada?, insistió Ligero.
Adela fue cambiando su tono crispado y casi en un susurro le dijo al licenciado Ligero.
-No estoy embarazada, es que me gustan los chinos y mi padre no me deja salir con ellos, por eso estoy aquí, quiero que usted se lo diga a mis padres y me dejen salir con los chinos.
Al licenciado Ligero le extrañó aquella querencia de la niña porque a principio de los años setenta no había chinos en toda la comarca y seguramente se podrían contar con los dedos de una mano en el resto del país.
-¿Tú sabes lo que son las relaciones sexuales?- Ligero tenía que asegurarse de que la niña no podía estar embarazada.
-Pues claro, las que tendré cuando me dejen salir con los chinos,-insistía ella.
El licenciado Ligero rellenaba una solicitud para hacer una prueba de embarazo, mientras Adela se relajaba. La cabeza de la adolescente obligaba a descartar de forma clara su posible gestación, aunque en aquel tiempo las implicaciones legales que vendrían con los años eran muy relajadas, Ligero tenía muy clara su actuación.
El test de embarazo fue negativo y Ligero habló con los padres. Les comentó la necesidad de que fuera examinada por un psicólogo y después del ajetreo nocturno todos se fueron a casa y la sala de urgencias recuperó su tranquilidad.
Tres meses después yo ya no recordaba el episodio. Una tarde salí del hospital durante la guardia a un bar cercano para tomar un café. En la acera de enfrente había tres personas hablando, una de ellas quedaba oculta por las otras dos pero era una mujer y me llamó la atención un tono de voz conocido. Era Adela y me acordé de su afición por los chinos por lo que crucé la calle para ver con quien hablaba tan animadamente y sí, los dos únicos chinos que vi en muchos años en la ciudad estaban con ella confirmando su querencia asiática. Al volver al hospital se lo comenté al licenciado Ligero y movió la cabeza negativamente quejándose de que los padres no hubieran atendido la salud mental de Adela a la que auguró un futuro complejo. No volví a saber de ella en mucho tiempo.
Adela estaba embarazada después de años de intentarlo y él preparó una cena especial. Puso una mesa esplendida, encendió unas velas y acompañó el momento con una música suave, no quería que Adela olvidara esa noche el resto de sus días. Oyó como se abría la puerta y la vio aparecer tan inocente y risueña que se sintió culpable. Ella vio la mesa y le dio un beso mientras le preguntaba por aquella sorpresa mientras observaba que Eduardo tenía una mirada triste, bah, serán imaginaciones mías pensó. El la hizo sentar y le dijo que lo esperara, debía buscar algo en la terraza del piso superior. Seguramente ha ido a buscar algún regalo, pensó ella, es muy detallista, no me puedo quejar.
Eduardo abrió la puerta de la terraza, se apoyó en la pared y subió a la baranda haciendo equilibrios mientras extraía una nota de su bolsillo dejándola caer tras de sí. Después, saltó.
Adela lo estaba esperando sentada a la mesa cuando oyó un ruido sordo en la calle al que no prestó mucha atención. Eduardo tardaba un poco y lo llamó por el hueco de la escalera. Eduardo no contestaba. Subió las escaleras y al salir a la terraza vio la nota en el suelo, la tomó y asomándose a la calle de donde subían gritos atenuados por el tráfico, sus ojos tropezaron con la visión de un Eduardo desmadejado sobre el pavimento. Adela gritó sin rabia y perdió el sentido estrujando la nota entre sus dedos.
"
Eduardo, no sé como empezar esta carta, como decirte lo que debes saber, ni como terminarla. En realidad ni tan siquiera puedo recordar como empezó todo, quien dio el primer paso o dijo la primera palabra que nos llevaría a cometer un error imperdonable. Sabes que mi hermana ha sido siempre de trato complejo, conoces su carácter y su determinación cuando se propone algo. Le viene de niña. Desde su adolescencia siempre conseguía lo que deseaba, fuera hombre o cosa, nada escapaba a su influjo. Después del interés que demostró por los chinos desde su niñez, al ver que nada podía hacer para conseguir que mi padre permitiera su relación con ellos, se fijó en mi, otro adolescente sin conocimiento y después de varios escarceos comenzamos una relación que debió haber muerto antes de empezar y de la que no me supe apear a tiempo. Se inició como una obsesión y continuó de forma pasional y desesperada. Subimos a un tren que ya iba demasiado rápido como para apearnos de él, un tren que no se iba a parar.
Cuando os casasteis vi la oportunidad de acabar pero nos fue imposible. Nuestra carne pedía lo que nuestro cerebro negaba y la carne no piensa, por eso gana siempre. Las cosas llegaron a un punto sin retorno cuando se quedó embarazada. No quiso abortar después de vuestros problemas para tener un hijo y yo lo vi como un mal menor si ella consentía en acabar con aquella relación. Así lo hizo. Tenía que decírtelo. Adela nunca ha sido trigo limpio a pesar de que tu sólo miras por sus ojos y escuchas por sus oídos. Lo siento Eduardo." El licenciado Ligero a pesar de su edad estaba de guardia aquel día, cuando le avisaron del ingreso de una mujer embarazada que había perdido el conocimiento. Ligero entró en el cubículo de urgencias y tras un exámen somero observó que la mujer tenía una mano cerrada que abrió con cuidado. Del puño contraído de Adela cayó un papel arrugado.
Mientras Ligero lo leía, su memoria recordó los gritos de Adela en una lejana madrugada pidiendo abortar con su voz de niña y sin poder evitarlo lloró como un anciano derrotado. Despacio y sin ruído.
11 comentarios:
Me reservo mis opinión sobre la historia que cuentas, no sin cierto esfuerzo, pero como se suele decir "la boca es muy castigà" y una es madre y prudente.
Respecto de la historia, te animo a que sigas escribiendo en tu blog estos relatos tan interesantes y que narras de forma tan magnífica.
Que tal uno por día? Ya comienza a ser una costumbre que me acompañen con el primer café de la mañana.
:)
No te reserves tus opiniones, este espacio de comentarios está para ello.
Con respecto a escribir un relato cada día, pueeeees ha sido el mejor chiste del día. Mis relatos son cortos seguramente por falta de tiempo. Ja. ja, es broma. No es muy fácil escribir a razón de un relato diario. Te propongo que leas muchas veces el mismo, o todos pocas veces, tu verás.
En fin haré lo que pueda, pero poquito a poco.
Me ha gustado lo del café.
Salud.
Uf!.
Menudo bicho es la tal Adela.
Me ha gustado esta historia.
Conste que yo también suelo acompañar tus historias con un buen café.
Salud.
Don Luis entre Carmen y usted van a conseguir que me sienta como un croisán.
Por lo de acompañar al café, claro.
Salud.
Tan duro y real como la vida pisma.
Me ha recordado la película "Asignatura aprobada" de José Luis Garci del año 1987, donde su protagonista (Jesús Puente)narra una historia escrita por él para la radio, al comienzo de la película, donde un hombre sale de prisión después de muchos años, regresa a su ciudad y a su barrio donde contrata los servicios de una prostituta joven, la cual, despues de acabar y de mantener una charla sobre la gente del barrio, se da cuenta que se acaba de acostar con su propia hija.
El tema del incesto nos da a todos siempre "dentera" en el alma, pero a lo largo de la historia siempre ha existido sobre todo en grupos o etnias pequeños, por aislamiento o por no querer mezclarse con sangre plebeya como ha sucedido en monarquías distintas y en paises varios. Sobre tu historia, Jose María, se reafirma el echo de lo egoista, caprichosa y manipuladora que puede llegar a ser una persona, con tal de conseguir todo aquello que se propone. En este caso es una mujer pero hay que recordar que tambien los hombres podemos llegar a esos extremos.
Por cierto, yo no tomo café cuando te leo, ni bebo nada, no por ninguna manía o costumbre, si no, por temor a derramarlo sobre el teclado, que me conozco y me he leido "las leyes de Murphy", esas.
Un abrazo
Don Fernando, me comentó que los estudios no habían querido adoptarlo en su más tierna infancia, pueeees... lo disimula usted muy bien, pedazo de comentarista.
Con respecto a beber o comer sobre el teclado, le doy permiso para hacer lo que quiera, bueno lo que quiera no, que escanciar es harto marrano si no se domina.
Salud.
Aun dominándolo, es bastante "salpicante". Espero tener el placer, algún día de poder ofrecerte un "culín" de sidra (para empezar) y hablar tranquilamente en vivo y en "direto", D. José María.
Tic-tac tic-tac tic-tac..
Que desazón, qué come-come, que poco miramiento para con el ansioso lector, aquí esperando con avidez nuevos relatos y los chicos dedicándose a los juegos florales y al escanciado de sidra... ais
PD: Fernando, anímese Ud también a iniciar una serie de relatos, que tiene mucha chispa y mayor inteligencia e ingenio. Yo presidenta de su club de fans, me ofrezco
Eso está hecho Don Fernando.
Vota a favor de la moción de CBenavent.
Lo que es cierto, tan bellamente cálido, es que con personas como vosotros, uno, a veces, tiene serios problema para descolgarse de las nubes; y aun así, no hay quien me descuelgue la moral.
Lo pensaré.Un abrazo
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