miércoles, 8 de octubre de 2008

Sangría.



Sentado en una silla de madera el joven paciente se dejaba extraer sangre para una analítica rutinaria previa a una pequeña intervención. Su piel se había vuelto fría y húmeda anticipando un vahído que no llegaba. Le pregunté si se mareaba y movió la cabeza negativamente. Extraje la aguja y me disponía a realizar una prueba de coagulación que consistía en pinchar con una pequeña lanceta el lóbulo de la oreja y recoger una gota de sangre en un papel secante cada quince segundos hasta que dejara de manar. El joven estaba cada vez peor e insistí en conocer su estado que siguió negando y pinché su oreja que empezó a sangrar. En ese momento se levantó y tras preguntar donde se encontraba el aseo salió disparado hacia él adonde le acompañé siguiendo a la gota de sangre de su oreja. Creí que se disponía a vomitar pero abrió la puerta y se bajó los pantalones sentándose en la taza del vater de donde empezaron a subir ruidos y olores que, por humanos, a todos nos igualan. Y allí estaba yo, impertérrito, como un soldado delante de la garita que no puede abandonar bajo ningún concepto, secando la gota de sangre cada quince segundos, en dos interminables minutos. Acabado el tiempo lo dejé dentro y salí muy serio y circunspecto pasando por delante de la cola de pacientes que esperaba su turno con la estúpida sensación de haber hecho lo correcto mientras me hacía el más firme propósito de que aquello no me volvería a suceder nunca más.

6 comentarios:

Juan K Manei dijo...

de momento quiero digerir lo que acabo de leer, me dio curiosidad, o risa no se, o lo que sea que puede ser, el punto es que esperaba no no no no esperaba nada, esta bien asi jajaj
luego sigo

jmdedosrius dijo...

Fue mi primera anecdota laboral. Era un novato y con el tiempo aprendes y estas situaciones no suelen repetirse, pero la recuerdo y la cuento como sucedió. Ahora, después de treinta años, me veo en la situación y me rio de ella y de mi mismo.
Si te arrancó una sonrisa me alegro, de eso se trataba.
Salud.

Anónimo dijo...

Hubo un tiempo en el cual trabajé de fontanero, tras haber echo un curso y sacado el carnet de instalador en industria...
Recuerdo bien la primera taza de water que quité para hacer una nueva instalación. Las palabras de mi profesor resonaron fuerte en mi cabeza: "Cuando tengais que quitar una taza, recordad que es muy importante echarle primero dos cubos enteros de agua para evitar "sorpresas" y no pasar un mal rato..."
Obviamente, no me volvió a suceder.
Un saludo

jmdedosrius dijo...

Don Fernando es usted polifacético, tanto da una cañería como una flecha, me descubro y de paso le envidio, mis capacidades manuales son limitadas.
Salud.

Anónimo dijo...

¡Ay apañero mio del alma...!Si tu supieras todo lo que he tenido que aprender y todo lo que he tenido que reciclarme en estos casi trenta años de eventualidad laboral...Y lo que me queda.
Gracias que las manualidades siempre se me han dado bien pues los estudios, como que no han querido adoptarme desde temprana edad y me he tenido que buscar la vida continuamente. A mi curriculum lo llamo cariñosamente "el boletín" entre empresas en las que trabajé y cursos que realicé.
Por cierto, llevo casado con la misma enfermera desde hace 21 años y no tengo manera que me deje cambiar la muy egoista.
Un abrazo

jmdedosrius dijo...

Yo tampoco la dejaría cambiar, es más, ni se le ocurra cambiar. ¿Quién le pincharía el culete cuando se pusiera malito?. Además siempre podrá jugar a médicos y enfermeras, que es un juego muy divertido...
Salud.