jueves, 28 de mayo de 2009

La señorita Clara.

La señorita Clara fue la primera mujer que alteró nuestras hormonas, unos compuestos químicos que eran imprescindibles para iniciar la secuencia de equivocaciones con las que puede comenzar o terminar una vida cualquiera.
Venía por las tardes y cuando empezaba el buen tiempo, después de entrar en clase, se desprendía de la chaqueta colgándola en el perchero de la pared. Desabrochaba su falda y mirándonos descuidadamente la deslizaba despacio por sus caderas hasta el suelo. Aunque debajo de la falda llevaba una combinación que no permitía ver más allá, sus estudiados e indolentes movimientos depertaban pasiones entre nosotros. Después se ponía la bata y se sentaba cruzando las piernas, momento en el que se oía el sonido de múltiples lápices caer al suelo de donde los recogíamos tras haber echado una mirada a sus muslos rotundos.
De niños no somos conscientes de que creceremos hasta ser adultos y cuando lo somos olvidamos que fuímos niños con el mismo ahínco que empleamos en ignorar la vejez que llegará.
La señorita Clara nos iba poniendo poco a poco en el camino de una adolescencia que apareció antes de que supieramos que no seríamos niños nunca más.
Cada tarde la esperábamos con el mismo desasosiego. Hasta que no volvió a aparecer por el colegio...

jueves, 14 de mayo de 2009

Concha la gitana.

Hace cinco minutos Concha, la gitana, me ha saludado con un buenos días doctor ¿comostá usté?, muy alegre.

-Hola, buenos días, le he contestado. Mejor que usted por lo visto.

-Diga que sí doctor, que yo estoy estirá en la camilla y usté no. Calegria medá que sea de los antiguos.

Que bien, me ha gustado eso de antiguo.

-Es cay mucho moderno en el hospital, ¿sabusté? y a mi me gustan los médicos antiguos.

Antiguo ¿es mejor que viejo?. Conteste usted, lector.